Un terremoto de magnitud 7,7 sacudió Myanmar el 28 de marzo de 2025, generando una ruptura de casi 500 kilómetros a lo largo de la falla de Sagaing, cerca de Mandalay.
Este evento, analizado por un equipo internacional liderado por la University of New Mexico, desafía los modelos tradicionales sobre el comportamiento de las fallas geológicas maduras y plantea nuevas perspectivas para la evaluación del riesgo sísmico a nivel global.
La falla de Sagaing es una estructura de desgarre que atraviesa Myanmar de norte a sur y se caracteriza por su madurez geológica y por una trayectoria recta, similar a la de la conocida falla de San Andrés en California.
Según el estudio encabezado por Eric Lindsey, profesor asistente de la University of New Mexico, la ruptura de 2025 ofreció condiciones excepcionales para observar cómo se transmite la energía sísmica desde las profundidades de la corteza terrestre hasta la superficie.
“La mayoría de los terremotos que estudiamos afectan segmentos mucho más cortos, de unos 50 a 100 kilómetros. Es extremadamente raro y científicamente relevante presenciar una ruptura tan larga, continua y recta”, explicó Lindsey en declaraciones recogidas por la University of New Mexico.
Debido al conflicto armado en Myanmar y a los daños en la infraestructura tras el sismo, el equipo de investigación no pudo realizar trabajo de campo en la zona afectada. Por ello, recurrieron a tecnologías de observación remota, utilizando imágenes satelitales para medir con precisión los desplazamientos del terreno.
Lindsey detalló que emplearon dos herramientas principales: la correlación óptica de imágenes basada en los satélites Sentinel-2 y el radar de apertura sintética interferométrica (InSAR) de los satélites Sentinel-1.
Estas técnicas permitieron rastrear los cambios en la superficie terrestre antes y después del terremoto, incluso en condiciones de nubosidad o durante la noche, sin necesidad de presencia física en el área.
El análisis de los datos satelitales reveló un hallazgo inesperado: a diferencia de lo observado en muchos otros grandes terremotos, en el sismo de Myanmar no se detectó el fenómeno conocido como déficit de deslizamiento superficial.
Habitualmente, la superficie terrestre se desplaza menos que las capas profundas durante un terremoto, lo que generó preguntas sobre el destino de la energía liberada.
Sin embargo, en este caso, la totalidad del deslizamiento registrado en profundidad se transfirió a la superficie. Lindsey afirmó: “Esto demuestra que, en fallas maduras y lisas, la energía se concentra y llega directamente a la superficie”. Este comportamiento contrasta con el de fallas más jóvenes o irregulares, donde la energía suele disiparse en múltiples fracturas menores.
El estudio identificó, además, que la ruptura logró conectar varios segmentos de la falla de Sagaing en una reacción en cadena de 500 kilómetros, superando límites que antes se consideraban barreras naturales para la propagación de los sismos.
Los investigadores observaron que las zonas que habían experimentado terremotos en el siglo XX presentaron menos deslizamiento, mientras que los segmentos inactivos desde el siglo XIX sufrieron los mayores desplazamientos.
Este patrón, conocido como “predictibilidad del deslizamiento”, sugiere que es posible anticipar la magnitud del movimiento en segmentos de falla que aún no han roto, lo que podría mejorar la planificación ante futuros riesgos sísmicos.
Las conclusiones del equipo de la University of New Mexico tienen implicaciones directas para la revisión de los modelos de riesgo sísmico, especialmente en regiones atravesadas por fallas maduras.
La eficiencia con la que la energía se transmitió a la superficie en Myanmar indica que la intensidad del movimiento del suelo cerca de la línea de falla puede ser mayor de lo que predicen los modelos actuales. Esto afecta no solo a Asia, sino también a zonas sísmicas de América Latina, España y Estados Unidos, donde existen fallas de características similares.
El uso de tecnologías satelitales, como InSAR y la correlación óptica, demostró ser fundamental para avanzar en la comprensión de la física de las fallas, incluso cuando el acceso directo resulta imposible.
Lindsey destacó la importancia de la colaboración científica internacional y el acceso abierto a los datos, subrayando que estos avances benefician a millones de personas expuestas a peligros naturales en todo el mundo.
