Un goteo de denuncias por acoso sexual en las filas del PSOE que empezó con el caso Salazar que destapó elDiario.es; dos exsecretarios de Organización implicados en una trama de corrupción de amplio alcance; registros de la UCO en empresas públicas; un expresidente de la SEPI detenido; la oposición, al acecho y la vicepresidenta segunda y socia de Gobierno que aprovecha para pedir una remodelación en profundidad del gabinete porque “así no se puede seguir”.
El cuadro que proyectan las últimas semanas políticas de Pedro Sánchez no puede ser más inquietante para los socialistas. Y aun así el presidente de España trata de recuperar el control mientras sus ministros se conjuran, unos para mantener “la templanza” y otros, para “seguir en el estajanovismo”. Todo para seguir en el Gobierno y sortear un tsunami de desavenencias de consecuencias hoy incalculables.
¿Fin de ciclo? ¿Descomposición? ¿Extenuación? A juzgar por los testimonios de algunos dirigentes, ni es el momento de convocar elecciones anticipadas “ni la realidad del día a día es la que trazan los medios de comunicación sincronizados con la derecha política, policial, judicial y mediática”. Un análisis que no comparte en su integridad un ministro de Sánchez: “Se mezclan varias cosas y todas son verdad, si bien es cierto que hay un furor por sacar temas que erosionan al Gobierno. En todo caso, debemos seguir a lo nuestro, que es el estajanovismo. Cada día tiene su afán y no podemos perder los nervios porque esto no es el final de nada”. La receta: “Quien meta la mano en la caja, fuera, y quien acose a una mujer, fuera”.
¿Hasta cuándo se puede aguantar en estas condiciones? Sánchez no emite señales de que esté en su horizonte inmediato convocar elecciones, aunque la oposición las pida hoy con la misma urgencia que las demandaba al día siguiente de que se formara gobierno en 2023. Es más, su intención es sustituir sólo a Pilar Alegría como ministra de Educación y portavoz en las próximas semanas una vez convocadas las elecciones en Aragón, donde asumirá el cartel electoral del PSOE con nulas posibilidades de éxito. En el Consejo de Ministros de la próxima semana, el penúltimo antes de la Navidad, Alegría seguirá ocupando su sitio, si bien todo indica que será el próximo martes su última intervención como portavoz del Ejecutivo.
En La Moncloa hay un profundo malestar con Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda, por reclamar durante una entrevista en la Sexta un cambio profundo del gabinete de Sánchez porque “así no se puede seguir”. Entre quienes creen que “no desaprovecha una ocasión para buscar foco” y quienes ironizan sobre la hipótesis de que “la primera que debería cesar en el Gobierno es ella misma”, también hay quienes la invitan a marcharse voluntariamente “si tan insostenible es la situación”. En todo caso, la respuesta oficial a la también titular de Trabajo es que en el actual Gobierno “no hay nadie vinculado con casos de corrupción” y que los involucrados, como fue el caso de José Luis Ábalos, ya salió del Ejecutivo, antes incluso de que se supiera su implicación en la trama corrupta.
Lo que nadie duda, en todo caso, es que el nuevo ciclo electoral que Extremadura inaugurará el próximo día 21 será un calvario para los socialistas y una auténtica debacle para el candidato Gallardo. Unas expectativas muy similares a las que se tienen respecto a Pilar Alegría en Aragón, cuyo presidente, Jorge Azcón, llamará a las urnas el 8 de febrero. Si la candidatura de Gallardo nació ya muerta por su imputación por el caso del hermano de Sánchez, la de Alegría la chamuscó ella misma el día que decidió almorzar con Salazar, que ya acumulaba ese día al menos dos denuncias por acoso sexual, la fotografía del encuentro salió publicada en Artículo 14 y reactivó el interés de las denunciantes por la tramitación de sus procedimientos.
En Castilla y León, cuyos comicios se celebrarán en marzo, la predicción para el socialista Carlos Martínez tampoco es demasiado halagüeña, pues la suma de PP y Vox que es la que hizo posible el gobierno actual no esté en peligro. María Jesús Montero, en Andalucía, no parece que esté en condiciones de arrebatar el poder a Moreno Bonilla, que mantiene un suelo electoral sólido, pese a que esté en riesgo la mayoría absoluta. Más que a sus propios resultados, el PSOE fía todo al auge de Vox.
El socialismo andaluz bulle como no lo hacía desde los tiempos más intrigantes de Susana Díaz. Y es que la detención del expresidente de la SEPI, estrecho colaborador de la también ministra de Hacienda, puso a Montero en la picota de un sector del partido en Andalucía, que aprovechó además el caso Salazar para poner en cuestión el compromiso feminista de su secretaria general y su supuesta complicidad con quienes trataron de tapar el escándalo desde la federación sevillana. Montero como Alegría fueron dos de las dirigentes que, cuando elDiario.es publicó las primeras denuncias en junio, participaron en la caza de brujas que se desató en Moncloa y en Ferraz en busca de quiénes eran las denunciantes.
Todo conduce a una lenta, pero inexorable agonía de un partido con claros síntomas de abatimiento y en el que solo Sánchez y sus más estrechos colaboradores confían en recuperar el control desde “la tranquilidad y la paciencia” ante los casos de corrupción y con la “contundencia” como respuesta frente a los casos de acoso sexual. Una firmeza que quedó en evidencia con el caso Salazar hasta que este periódico desveló la falta de diligencia de Ferraz en la tramitación de las denuncias y los cinco meses transcurridos entre que las víctimas registraron sus escritos y la llamada comisión anti acoso y las responsables de Organización y de Igualdad se interesaron por el asunto.
Siempre que llueve, para. Es el mantra que repiten en La Moncloa quienes se declaran fervientes seguidores de la doctrina de los estoicos para convertir los obstáculos en oportunidades, cultivar la imperturbabilidad y actuar con templanza. Es la versión 5.0 del Manual de Resistencia del presidente del Gobierno. Y esto a pesar de que ya hay dirigentes que no ocultan la sensación de desmoronamiento y otros andan tomando posiciones para un día después -el de la caída de Sánchez de la primera línea- que aún está por determinar.
Si hay algo que el líder del PSOE aprendió a ignorar son las voces críticas de su partido. Le beneficia que hasta ahora no hay una estructura organizativa en torno a los habituales críticos, que en su mayoría ya salieron de la primera línea con la llegada de Sánchez a la secretaría general. Quienes más ruido hacen en los medios suelen ser los que carecen de influencia entre las bases y entre la dirigencia que, en su mayoría, por cierto, fue aupada por Santos Cerdán.
Lo que sí lo inquieta al presidente es la desmovilización de los cuadros y del electorado socialista, en especial la del sector femenino, un voto que fue decisivo en el resultado de 2023 e hizo posible la reedición del gobierno de coalición. Tampoco pierde de vista a quienes desde dentro o fuera de la mesa del Consejo de Ministros albergan, para el futuro, anhelos sucesorios y que, de momento, tendrán que esperar porque si algo tiene interiorizado Sánchez es que, sean cuando sean las generales, será el quién ocupe el cartel electoral. Al menos es lo que piensa hoy. Mañana, ya veremos porque en el PSOE cualquier cosa es posible porque en esa organización los futuros, lejos de estar escritos, son imprevisibles.


