Marcos y DanielaMarcos y Daniela

Son de Daireaux, crean sus propias máquinas y fabrican los turrones de Alicante pero en el país: “Desapareció y nos estafó”

2025/12/23 14:00

Marcos Radnic (37) es Ingeniero Agrónomo, vive en Daireaux, provincia de Buenos Aires y trabaja en el campo. En el año 2013 un ingeniero del INTA fue al pueblo para dar una charla acerca de la idea de probar cómo funcionaría la plantación de almendros en la provincia de Buenos Aires. Marcos y su papá, Adrián, se entusiasmaron con la propuesta y plantaron almendros en el campo y en la quinta donde vivía Adrián. La plantación del campo no sobrevivió a los avatares del clima, pero los de la quinta sí. Con un Marcos inquieto y emprendedor surgió, a sus 25 años la pregunta ¿qué podemos hacer con los almendros?

Los almendros de la quinta

“Era muy inestable, no salía perfecto”

Hay momentos familiares de las fiestas que, sin saberlo los adultos, dejan huellas en los niños y hasta se convierten en tradiciones familiares. En el caso de Marcos era el fanatismo de su padre con su tía por la torta de turrón de Alicante, esa que su tía compraba, importada, un detalle que nunca faltó en la mesa navideña. Por eso no resulta nada raro que se le ocurriera lo que llamó una buena idea: fabricar ellos mismos esos turrones que en Argentina no se conocían.

A Marcos siempre le gustó cocinar, incluso luego de recibirse hizo un posgrado en alimentos y a los 12 años ya se había comprado su primera pastalinda. “Para la receta empecé googleando y ninguna de las que encontraba funcionaba. Después busqué en youtube algunos videos de una fábrica española con una persona explicando el proceso, no era muy claro y no se veían ni las cantidades ni el orden de los ingredientes”, recuerda Marcos. Hasta que encontró un video donde aprendió que la clave estaba en agregar agua a la preparación y, casi como si fuera magia, su receta dio los resultados que esperaba. En todo lo que siguió no tuvo dudas: armó una cocina en el garage de su papá y con una olla chiquita adaptó para la masa del turrón un revolvedor que había fabricado para hacer dulces, “a veces salía y a veces no, era muy inestable, no salía siempre perfecto”, cuenta Marcos. Hoy, con un camino recorrido de aprendizajes, logró una estabilidad con la paila más grande y aprendió que la excelencia en la calidad de la miel y el azúcar son cruciales en su receta.

La primera olla con la que empezó a hacer turrones

Gracias a Tinder conoció al amor y, a su socia

Con la receta correcta, diseñaron y fabricaron con su papá el primer tostador de almendras de su fábrica. Poco tiempo atrás, había nacido Simona, su primera sobrina y en honor a ella llamó al nuevo emprendimiento La Simona, un negocio chiquito, familiar, en donde producían con sus propias máquinas, fabricadas por ellos, las tortas de turrones tipo Alicante, los envolvían y pegaban los stickers. Desde el primer momento lo pensó como un emprendimiento, ponía el foco a la calidad del producto y al packaging, pero su trabajo en el campo no le permitía hacer crecer el negocio.

En el 2016 Marcos fue de visita a Buenos Aires, activó su cuenta de Tinder y conoció a Daniela Bonomo (42), una joven pastelera profesional oriunda de Bariloche que se mudó a capital federal para estudiar en el IAG, y que aquella noche también prendió la aplicación con la idea de conocer a un chico que viviera a 15 cuadras a la redonda, “pero justo el chico que conocí estaba de visita y vivía a 400 km de Buenos Aires”, se ríe Daniela que un año más tarde armó sus bolsos y se mudó a Daireaux.

Marcos y Daniela

Marcos, le propuso encargarse ella del negocio, “era un proyecto con mucho potencial pero él no podía dedicarle el tiempo que merecía porque tenía su trabajo en el campo. Cuando me puse al hombro La Simona, ese año, cuadruplicamos la producción y después la seguimos multiplicando mucho más”, recuerda Daniela. Lo que empezó como una venta de 400 turrones en temporada de fiestas enseguida creció a 1600, luego a 4000 y año a año sigue creciendo.

Como sucede en la vida, con el crecimiento de la marca y el nacimiento del hijo de Daniela y Marcos, el negocio cambió. Ella ya no puede encargarse de todo y delegó la parte de la producción: “extraño hacer turrones, estoy más con la producción durante el año que fabricamos a demanda, pero ahora en temporada alta me consume la parte comercial”, admite Daniela.

“Desapareció y nos estafó”

Aquel garage que comenzó con un espacio para hacer turrones, terminó convirtiéndose en una fábrica con todas las habilitaciones correspondientes. Hoy los almendros no representan la gran parte de materia prima porque no alcanza la producción para la cantidad que necesitan, entonces compran almendras en General Roca, Río Negro.

El turrón clásico, redondo como una torta

Marcos empezó con la torta imperial que es la tradicional, redonda, pero siempre tuvo en mente fabricar las barras cortadas, “son muy vistosas porque se ven los pedazos de frutas. Fue un recorrido largo hasta poder hacerlo porque acá no se consigue la cortadora ya que es una industria que no tiene clientes, e importarla nosotros de España estaba fuera de nuestro alcance”, explica Daniela. ¿La solución? Desarrollarla ellos mismos. Entre Marcos y Adrián hicieron el proyecto y encontraron un hombre en Chacabuco que podía fabricarla. “Le adelantamos un montón de plata, después nos pedía mas plata, no nos mandaba la factura, nos agarró medio apurados y después desapareció y nos estafó”, cuenta Daniela sobre la gran suma de dinero que perdieron en ese entonces.

“Después de eso compramos una cortadora de carnicería para reformarla, pero a mí me daba pánico. Así que, posteriormente, compramos por internet una cortadora de cerámico usada que nunca reformamos. Y finalmente Marcos terminó de hacer la máquina de cero con un herrero de Daireaux” cuenta Daniela. El proceso que los llevó al éxito fue arduo, luego de algunos años, pero indispensable para poder lanzar para estas fiestas los turrones en barra de almendra, maní y pistacho.

Daniela recorre el país en ferias gastronómicas

Ahora están haciendo las pruebas para hacer la de avellanas: “las de este año no me convencieron. Uno se imagina una situación ideal y después es distinto, en tu casa pones un puñadito en el horno y mágicamente se desprende la piel cuando las tostas, con un repasador las sacas y queda divino. Cuando haces eso de a cinco kilos, en la tostadora grande, no se le desprende toda la piel, no es tan fácil”, explica Daniela que disfruta de los desafíos de la prueba y el error para dar con el producto de mejor calidad para nuestro país.

Así como su marido y suegro fabrican las máquinas, ella pone lo suyo yendo a ferias gastronómicas en distintas ciudades, visitando locales en distintos puntos para que prueben sus productos y, con ayuda del boca en boca, sus turrones se fueron haciendo conocidos y hoy se venden en todo el país. Lograron, gracias a su esfuerzo y perseverancia, hacer un producto con calidad internacional.

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